Había una vez, un ingenuo argentino que vivía en una provincia del interior. De condición humilde pero honrada, logró con un poco de paciencia y mucha voluntad hacerse de amigos que, como él estudiaron leyes. Uno de ellos, logró destacarse como militante universitario por una serie de atributos que a Nazareno lo deslumbraban. Lo envidiaba íntimamente y en lo más profundo de su ser. Este amigo de Nazareno poseía cierto carisma; además de una irrefrenable vocación de poder que, por sobre todas las cosas, se convirtió en una hábil estratagema para lograr la adhesión popular desde las más insolentes distorsiones de la realidad. Obviamente esta distorsión siempre favorecía las pretensiones del amigo de Nazareno.
Nazareno, que por sus dotes intelectuales pareciera que, la madre Naturaleza no fue muy generosa con él; en un rapto de lucidez, creyó conveniente no separarse de éste extraño personaje quién, - además- decía ser la reencarnación de un legendario caudillo de su provincia natal. Así fue que, juntos hicieron de las “leyes” y la “política”, la combinación necesaria para tomar el poder. De hecho esta ecuación se materializó y convirtieron a la “Patria Chica” de otras épocas en “El Señorío Feudal” más emblemático del interior del país.
El pueblo no pudo resistir la tentación de creer, desde su natural inocencia provinciana que, estaban realmente frente a los “hombres” que efectuarían la merecida reparación histórica de la postergación de la que fue objeto; luego de la muerte del caudillo “ decapitado” en un pueblito del interior del actual feudo. Hoy esa falsa ilusión no solo genera el desencanto sino la vergüenza.
Una vez convertida en “feudo” esta provincia, sus pobladores fueron sometidos al esquema de organización social propio de una casta noble. Ya no era el legítimo heredero del espíritu rebelde de los caudillos de antaño sino que, el amigo de Nazareno creyó haberse convertido en “el príncipe de las piedras” de su pueblo natal.
“Charly” el conquistador ya se había convertido - por motus propio - en el señor feudal que decidiría los destinos del país. Así , los vasallos adulones , villanos y siervos a su disposición proliferaron por doquier y quien más y quien menos aceptaba sumisamente la humillante condición de esclavos al servicio del nuevo amo. Nazareno y su amigo Charly, supieron explotar muy bien esa noble docilidad colectiva de un pueblo históricamente postergado.
Por curiosidades de la historia y no por méritos propios, el amigo de Nazareno llegó a la cumbre máxima del poder y se fue con él. Nunca imaginó Nazareno, ocupar el encumbrado cargo que su amigo le asignó; “Presidir la Corte”. Pasó de la sorpresa, al ejercicio del poder en la nueva función junto a pares de prestigiada reputación.
Como provenía de una administración feudal, Nazareno impuso la misma modalidad de gestión, es decir, siempre al servicio de su “ilustrísimo benefactor” que, ahora oficiaba de jefe máximo. Tampoco Nazareno imaginó la estrepitosa y descomunal caída política de la cumbre del poder.
Nazareno ostentaba una personalidad victimada por una maldición. Durante las noches de luna se convierte en Nazareno Cruz “el Bobo” y en esas ocasiones se transforma en un sujeto prepotente, arrogante, autoritario y vulgar. A sus fieles sicarios, les impone su autoridad, no por respeto sino por temor.
Esta modalidad de “mando” se convirtió en una costumbre a tal punto que, cuando su amigo Charly oficiaba de “jefe” máximo le reportó muy buenos resultados. Pero al llegar el nuevo inquilino de la casa presidencial, Nazareno creyó que continuaría siendo el inimputable más famoso del país.
Una noche de luna, apareció convertido el “Nazareno Cruz El Bobo” y profirió una serie de amenazas contra el nuevo jerarca y precipitó las cosas a tal extremo que terminó aullando en los cerros natales.
Las cosas se volvieron difíciles para Nazareno, tuvo que renunciar a su cargo y dejó de ser el hijo adoptivo de la ciudad portuaria y regresó al “feudito” que lo vio nacer.
Seguramente, con su amigo volverán a practicar los rituales de nuevas o viejas deidades, quien sabe. De lo que no tengo dudas es que juntos, le rendirán culto a la “mediocre y vulgar estupidez que los identifica a ambos”.
Artículo publicado en el periódico 'El Independiente' en agosto de 2003.