“Están destruyendo el País”, se leía en un matutino local. Hubiera creído que se trataba de un golpe de estado de no haberme percatado de quien provenía semejante afirmación. Me tranquilizó mucho al corroborar de quién se trataba.
Su autor, era precisamente un “personaje” de la clase dirigente de nuestra provincia. Ex “jefe”; ahora nada y representante de nadie, este dirigente, profirió recientemente un discurso incendiario frente a un selecto grupo de acólitos y obsecuentes. Por supuesto, no entendieron un “joropo” lo que su carismático orador les quiso señalar. Sin duda, la torpeza no los ayuda en esta simple misión y, como están acostumbrados a escuchar cualquier barbaridad, se escudan detrás del aplauso para eludir la tediosa tarea de pensar la veracidad de los dichos de su retórico orador.
Es verdad, “ están destruyendo el país “; el otro país, “ el de la década perdida”, la década de la burbuja, el país de la timba financiera que funcionó desde 1990 y colapsó con el “ corralito ” del mentecato presidente que partió raudamente en helicóptero.
Están destruyendo el país de la pobreza y la exclusión, el país de las privatizaciones salvajes, el país del endeudamiento irracional, el país de la jungla de las AFJP, el país del atentado - impune todavía - de la AMIA, el país del escándalo de las armas vendidas a Croacia, el país de María Julia y Alderete, el país del caso IBM, Bco. Nación, el país del clientelismo, la prebenda y el tráfico de influencias. ¿Hay que agregar algo más?.
El Dr. “K”, impuso un modelo de gestión aparentemente sensato - si se quiere- porque optó por el único camino posible para recuperar la condición de país soberano frente a las imposiciones de los organismos internacionales. “A los muertos nos se les cobra”, les dijo en la ONU y, mal que nos pese Argentina era un país “muerto” hace un tiempo atrás. Nadie apostaba un chelín por nosotros. Por otro lado el Dr. “K”, no hizo ningún mérito. Duhalde le preparó el camino con la devaluación. Instaló un ajuste que consiste en congelar los salarios y liberar los precios de los productos de la canasta familiar que se escaparon un 30%, con eso el Estado recaudó más en concepto de impuestos y paga, lo mismo respecto de los salarios. El resultado es un superávit en su balanza y un incremento positivo en los indicadores económicos. Finalmente el ajuste “encubierto” lo terminamos pagando los trabajadores.
Pero volviendo a nuestro inquietante orador quien otrora oficiaba de jefe, ¿Acaso se olvida que a través de la privatizaciones favoreció a los empresarios “caimanes”, como por ejemplo, SOCMA propiedad de Macri, cuyo patrimonio es de 700 millones de dólares y tiene la concesión de Rutas nacionales, Gas Centro, Correo y otros?. TECHINT, cuyo patrimonio es de 2000 millones de dólares, es de la familia Roca y posee la concesión de Telefónica, Gas Andes, Edelap y otros?. El grupo Clarín cuyo patrimonio es de 1000 millones de dólares, es de la Sra. Ernestina de Noble y Héctor Magnetto que tiene la concesión de Canal 13, CTI y otras yerbas?
Julio Ramos, en su obra “Las mordazas a la Prensa”, describe cómo se convirtió este último grupo en monopolio gracias a las concesiones otorgadas por el gobierno durante la década de la burbuja. Creo que ese país se terminó, comenzó el otro país, el país de la dignidad y la esperanza. No es mérito del fabuloso Dr. “K “sino de millones de argentinos desencantados que optamos por algo distinto y lo venimos manifestando desde hace más de una década.
Sin embargo, parece que algunos creen vivir en “Tontilandia”, un imaginario país habitado por “tribilines”.
Sería un enorme desatino alentar la idea de que se puede volver a un pasado en el que fracasó el neoliberalismo salvaje impuesto y escudado desde la Globalización y alentado - ideológicamente -, por la caída del muro de Berlín. Volver - por ejemplo - a las “relaciones carnales” con EE.UU., sin saber cuál es el lugar que ocuparemos en las mismas.
¿Dónde creerá que vive este simpático personaje que cree que es un gran logro haberle cebado mate a Bush? ¿Cuál es el mérito de haber contribuido, con la política de entrega y despilfarro, al vaciamiento de nuestras riquezas cuyo volumen patrimonial se estima en 28.000 mil millones de dólares?. El INDEC y otras instituciones son categóricas y concluyentes en relación a estos datos. Efectuaría las siguientes preguntas: ¿Cuál era el valor real de las empresas privatizadas? ¿Quiénes las compraron y cuánto pagaron y con qué? ¿Fueron compradas con bonos de cancelación de la Deuda Externa?. Y por último, ¿Es verdad que el Estado subvenciona a las empresas concesionarias en el caso de que tengan pérdidas?. Esta realidad, ¿no es el casino financiero que casi terminó rifando la soberanía nacional?
A veces tengo la sensación de que los “neoliberales peronistas” viven en el “planeta de los simios”. Allí, los vasallos son una suerte de chimpancés gobernados por unos cuantos gorilas autoritarios, torpes y prepotentes. Seguramente en ese planeta, la “mona Chita” oficiaría de Primera Ciuda - dama -.
Hemos comido vidrios una vez y, desde hace más de una década el silencio nos ha condenado como generación. No podemos aceptar ni permitir que este tipo de fenómenos nos vuelva a lacerar el espíritu. Lo haremos en nombre del futuro que, a lo mejor haya hipotecado nuestra pasividad, pero que ahora, más que nunca se lo entregaremos a los niños y jóvenes que vienen detrás nuestro para que construyan el “otro “país que ellos merezcan vivir.
Artículo publicado en el periódico 'El Independiente', noviembre de 2003