Foucault - filósofo francés- , planteaba en una de sus obras que el poder genera resistencias porque, en el marco de las relaciones humanas siempre se da a través de una lucha desigual. Los fuertes y los débiles, los ricos y los pobres. Es decir donde haya una relación desigual, habrá necesariamente una resistencia. La resistencia no implica ineludiblemente la violencia. En todo caso, la resistencia es una actitud de rechazo frente a cualquier tipo de opresión u obstáculo que nos obliga a hacer o ser lo que no deseamos.
Cuando la violencia se ha instalado como recurso para salir de la condición de oprimido, se identifica al opresor como el enemigo para derrotar, por lo tanto, es una guerra en la que uno debe eliminar al otro. Los grandes acontecimientos de la historia se han desarrollado bajo esta perspectiva en mayor o menor medida.
Estamos viviendo una crisis sin precedentes en la historia argentina, la violencia se ha instalado como el componente más significativo de los últimos acontecimientos vividos. Lo curioso es que nadie sabe fehacientemente quién es el enemigo. Por ejemplo, el caso Diego Peralta, desencadenó en un saqueo y una comisaría incendiada; a las cacerolas del 20 de diciembre, derivó en varios jóvenes asesinados; durante las manifestaciones del jueves negro, dos jóvenes fueron brutalmente ejecutados. ¿Quién es el enemigo?.
Se rumorea que una operación de “ coimas “ a las que habría sido sometido un grupo de empresas argentinas que, desde la devaluación vienen perdiendo rentabilidad en sus operaciones comerciales, tuvo como corolario el hecho de aquellas que no aceptaban la presión extorsiva del poder político quedaban excluidas del nuevo escenario económico nacional. Pérez Companc no accedió al pedido y a los meses su dueño la vendió a Petrobrás. Es probable que ésta también sea una estratagema para desviar la atención de una comunidad desesperada por el hambre y la miseria. Pero en caso de ser cierto cabe la pregunta. ¿Quienes son los enemigos?.
Sospecho que algunos se beneficiarán con el caos social pero, de lo que no puedo dudar es que quienes la padezcan con mayor intensidad, sean precisamente, los sectores más desprotegidos, “los pobres”. Entonces, ¿cuáles son los sectores privilegiados que deberían ser considerados como el enemigo?. En esto hay que ser muy cauto, aquellos empresarios y sectores que han trabajado muy duro y aún lo hacen para vivir dignamente, esos no los son. Los otros que, gracias a las prebendas y los negociados con los gobiernos de turno y que se han beneficiado - por ejemplo - con la nacionalización de la deuda privada esos si. A éstos, la crisis no los afecta en lo más mínimo.
Víctor Hugo señalaba en su obra Los Miserables que, “el paraíso de los ricos se ha formado del infierno de los pobres”. El enemigo no es precisamente el almacenero, el policía que cumple órdenes, el docente que angustiosamente enseña o el empresario honesto o el político honesto.
No, el enemigo es esa mafia del club financiero que se ha instalado junto con el poder político de nuestro país, desde hace más de cien años y que utiliza su poder económico para mantener gracias a los acuerdos logrados con los políticos corruptos su situación de privilegio.
No poseen conciencia nacional, ni escrúpulos; ni siquiera se los podría sindicar como oligarquía lúcida, son simplemente ratas depredadoras.
Hay que ser muy cauto y reflexivo frente a los acontecimientos que vendrán, porque detrás de toda esta andanada de violencia, se justificará la imposición de un nuevo autoritarismo que se escudará detrás de la seguridad social para desaparecer y reprimir a los pobres que estorbamos, y que reclamamos públicamente vivir en un país más justo y soberano.
Horizontal izar la violencia de pobres contra pobres es precisamente lo que esos personajes desean; ya corrió demasiada sangre para convertir a nuestro país en el inmerecido infierno de un tercio de su población que, no vive sino que, está durando un poco más.
Actualmente siguen juntos - empresarios y políticos - en el marco de una “Sociedad Anónima “que, se propone continuar con la tarea de vaciamiento económico. Para eso, será necesario además de instalar la violencia de pobres contra pobres; inventar un personaje prepotente que proponga penalizar la protesta social o disminuir la edad de los penalizables, bajo el esquema de un estado gendarme y autoritario. Si la violencia se impone desde el Estado entonces estamos en la “antesala de la descomposición social”.
Artículo de opinión publicado en 'El Independiente', Julio de 2003.