“Es realmente meritorio el retorno del ex presidente”, señalaba recientemente un periodista. ¿Cuál es el mérito del volver, si para hacerlo tuvo que pagar?. Nadie lo echó del país. Sé autoexilió, porque no quiso prestar declaración en una causa que lo investiga como presunto responsable de un delito (o de varios). Esa presunción obliga a la justicia a iniciar un proceso de investigación, para esclarecer el hecho. Interpretar persecución política por el método adoptado por el juez para el esclarecimiento del mismo, es una argumentación falaz que ayuda a determinar la culpabilidad o la inocencia del imputado. En otros términos, sería como alegar inocencia por la enemistad expresa con el juez. Si ese es el problema ¿por qué no someterse a los procedimientos naturales instrumentados por la justicia?.
La justicia es y será siempre justa, no puede ser indulgente a priori. Si lo fuera, sería arbitraria, por lo tanto, la verdad que determina la jerarquía del juicio expresado en el dictamen final, no sería objeto de búsqueda en el proceso de investigación. Un juez determina culpabilidad o inocencia cuando ha llegado a la verdad sobre los hechos que investiga. Hacerlo implica un proceso y para eso llama a declarar a los involucrados. ¿Cuál es el problema si se sabe inocente?.
Si alego inocencia y, la verdad de los hechos confirman esta condición ¿por qué no colaborar con la justicia?. Una de las razones es que, sospeche que el juez persigue una intencionalidad política y no jurídica. Pruébelo entonces y demande al Juez por presunta arbitrariedad. ¿En qué hecho se fundamenta esta sospecha?. En el hecho de que, este “personaje”, cree ser una famosa celebridad en el ámbito político que, es lo mismo que decir que él no es un ciudadano común, por cuanto su fama, lo convierte en inimputable.
Sin duda es una concepción medieval, estrecha y arcaica del hombre y la sociedad. Para estos muchachos, los hombres no son todos iguales ante la Ley. De un lado estarían los que han logrado fama, éxito y poder; los inimputables; y del otro, el pobrerío fracasado que sólo sirve para votar.
Esta es la brutal lógica de la frivolidad y superficialidad de una clase dirigente dispendiosa y vacía de contenido dispuesta a usar cualquier recurso para perpetuarse en el poder sin darse cuenta que, ese tipo de poder, se diluye como la belleza física con el paso del tiempo.
La “movida del retorno”, es una maniobra para definir candidaturas en el ámbito local y, posicionarse como línea interna en el ámbito partidario. El ex presidente necesitaba de una operación político – mediática, frente a un año electoral bastante movedizo e inseguro, para sus aspiraciones de continuidad política.
Lo cierto es que, instaló un antagonismo por fuera y por dentro del partido en el que tanto el presidente, como el ex presidente, se disputarán aquellos espacios sociales que ninguno – aparentemente – pudo ni puede cautivar todavía: la clase media desencantada. No es para menos, uno congeló los salarios desde hace más de diez años prometiendo un salariazo, el otro promete un incremento salarial siempre y cuando el FMI se lo permita.
El resultado es que un amplio sector social está en estado de demanda constante por la actualización salarial sensiblemente deprimida desde hace más de una década. La disputa tiene final abierto en términos ajedrecísticos. Tanto a uno como a otro, lo acompaña una camarilla de lacrimógenos mediocres que no distingue derecha ni izquierda, arriba o abajo, adelante o atrás. Todo es igual, nada es mejor... Con esa tropa, al único lugar seguro al que arribarán ambos, será sin duda “el aburrimiento”.
Finalmente el coto de caza seremos nosotros “la sociedad civil” que no nos preguntamos de qué lado estás; sino, en qué lugar “no estamos”. O habrá que aceptar ese aforismo señalado por un distinguido ajedrecista respecto de los peones libres; “es fuerte porque es libre, pero es débil por que está aislado”.
Un profesor recientemente citaba a Perón quien decía “si en la punta del lazo hay un ladrón, en la otra punta hay un estúpido que lo sostiene”. (Pensemos que la estupidez humana es infinita, como lo señalaba Einstein.
En tanto la sociedad civil no decida su propio destino, estará aislada y cautiva para sostener una punta del lazo. De lo contrario, cuando descubramos la diferencia entre los tiempos electorales y los tiempos históricos, no solo seremos libres, sino que nunca más seremos los rehenes cautivos de la frágil prosapia discursiva de los coyunturales “liliputienses” dirigentes de turno.
Publicado en el periódico 'El Independiente', enero de 2005