El diario La Nación publicó un artículo en 22/06/05, titulado “Hay que amar la tecnología y saber controlarla” reportaje realizado a Marc Auge– Filósofo francés – que postuló la reflexión filosófica de los “No Lugares”. ¿Qué son los No Lugares? . “Los no lugares, espacios del anonimato”, donde observa los aeropuertos y los complejos cinematográficos organizados para olvidar y perder la identidad. Esos “no lugares sin historia que afectan nuestras representaciones del espacio, nuestra relación con los otros”.
Lugares sin historia - pensé -. ¿Habría lugares - espacio – donde la historia no pasó?. Si consideramos “el espacio “, en términos absolutos, diríamos que, salvo los agujeros negros, todo el espacio está afectado por el tiempo. Pero, desde una visón “clandestina” y literaria a la que adhiero plenamente, crea que la historia es posibilitada por una conciencia histórica que, filosófica o racionalmente, busca comprender el sentido de los acontecimientos y los sucesos del pasado. En realidad, busca comprender un presente. Es una visión clandestina porque lejos del rigor académico, sólo procura compartir la reflexión sobre la “metáfora de la vida”.
Giles Deleuzze, hace un tiempo atrás hablaba en “ Página 12 - 1990”, de “El Paso de las sociedades disciplinarias a las sociedades de control” y siguiéndolo a Foucault señalaba que, las sociedades generaban desde su interior “espacios de encierro”, por donde los individuos pasaban indefectiblemente a lo largo de toda su vida. La Familia, la escuela, la fábrica, el hospital, el manicómnio, la cárcel y finalmente el cementerio.
Pareciera que, entre los no lugares y los espacios de encierro, no hay posibilidades para una subjetividad plena, libre y auténtica. “El hombre está condenado a ser libre”, decía Sartre. Agregaría que, está condenado a creer que es posible la libertad. ¿Alienación?. Probablemente.
Entre nuestros derechos y nuestras obligaciones, ¿quién puede eludir la responsabilidad de las segundas?. Es decir ¿quién puede – deliberadamente - dejar de ser padre, hijo, alumno, obrero, loco o muerto?. Nadie. En cuanto a nuestros derechos ¿podemos ejercerlos plenamente?. No sé. Tal cual están las cosas, el derecho a la vida depende más del estado de ánimo de los poderosos que, de nuestra conciencia de esa posesión. 780.000 millones de dólares gasta en armamento el mundo por año y, 6000 millones de dólares en enseñanza y educación. La muerte se cotiza más que la vida. ¡Que descubrimiento! .
Si estos datos no constituyen una amenaza al derecho a la vida, el mundo es un vacío hipócritamente constituido como un “no-lugar “. En este punto el concepto del no-lugar adquiere una nueva dimensión. No sería solamente aquel lugar de paso donde nadie está, pero al que todo el mundo acude indefectiblemente. El concepto se hace extensivo a toda la realidad socio – histórica. Si la muerte es muy cara y educar al ser humano cuesta cien veces menos, quiere decir que hay poderosos que están más preocupados en ornamentar cementerios que construir escuelas. Es hasta paradójico que, el derecho a la vida, esté garantizado por la posibilidad de aniquilar masivamente a los seres humanos. La muerte es el garante de la vida.
La carrera armamentística, por ejemplo es el hecho que prueba esta afirmación. Obviamente, la educación, consagrada como un derecho universalmente válido, ingresa por estos andariveles convirtiendo a “la escuela“, en un “no-lugar “. Todos sus actores asisten, pero ninguno se siente identificado. Los alumnos son considerados actores centrales del proceso de enseñanza aprendizaje, pero todavía no se los integra como protagonistas reales de su propio proyecto de vida. Convengamos que la Escuela, ya no tan solo enseña sino que también alimenta a los pobres. No fue creada para eso, pero aun así no puede eludir esta nueva responsabilidad.
¡Linda tarea tiene por delante los docentes!. Si la escuela pasó de ser un espacio de encierro a un no-lugar, creo que como generación nos debe dar una nueva oportunidad frente a esta realidad. Reconquistarla, recrearla, re-fundarla como espacio donde el individuo reconquiste su dignidad, su existencia plena, su libertad, pero sobre todas las cosas, que vuelvan a ser el lugar donde se substancie esa nueva utopía, que señaló por allí Gabriel García Márquez, la Utopía de la Vida.