La problemática educativa no se resuelve con los nombres y loas a méritos académicos de quienes tienen la responsabilidad de administrar la cartera educativa.
El problema educativo es una cuestión de proyecto o mejor dicho por la concepción que poseen los conductores en lo que a educación se refiere. Lo ideal sería que los gobiernos materialicen las demandas de la sociedad. Como esto no sucede, las diversas gestiones trabajan en base a una idea generada detrás de un escritorio y frente a una computadora. La realidad educativa se convierte en una “realidad virtual” alejada totalmente del contexto social. Es por eso que las escuelas se han convertido en grandes comedores infantiles y su legítima e histórica función transformadora y formadora de ciudadanos, cedió paso a la nueva función de compensadora de las desigualdades sociales. Es una institución que atiende la miseria y la pobreza estructural de amplios sectores de la comunidad. En síntesis, los chicos no van a la escuela a aprender, por que en su casa no lo hacen. “La escuela ha dejado de enseñar “señala Ana Lorenzo en una entrevista realizada por la Revista Acción, pag. 4 noviembre de 2003. Esta afirmación es una verdad absolutamente categórica.
Recientemente se detectaron más de dos mil casos de desnutrición infantil en nuestra provincia. Las autoridades lejos de admitir su responsabilidad y procurar una solución de fondo en este tipo de fenómenos sociales, tratan como si el problema no existiera y le atribuyen la responsabilidad a una realidad socio- económica actual, transitoria y factible de resolverla a través de paliativos vinculados al incremento de fondos. Culminan ejecutando una suerte de “asistencialismo social” que, finalmente termina en un clientelismo partidario.
Un cuadro de desnutrición infantil no se produce en un niño por no haberse alimentado correctamente alimentado correctamente ayer o desde hace una semana; no, son años de indigencia o mala alimentación. Para detectarlo es preciso una medición estándar que se obtiene de la relación peso, altura, edad. Esta información es relevada continuamente desde los centros de salud de toda la provincia, de modo que, tanto el área de Salud como de Educación no pueden alegar desconocimiento del problema y allí - precisamente está el problema, porque pareciera que a la hora de decidir acciones en las que educación y salud sean el instrumento del estado para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, al contrario, generan mecanismos de control del tope de horas cátedra, intimidaciones y otras yerbas. Por ejemplo, hace unos años que nos se les paga bonificación por zona a algunos departamentos. Estos recursos financieros obtenidos por ese recorte. ¿A donde fueron a para? . Quien sabe, lo cierto es que “los pobres e indigentes riojanos” ni la vieron.
Probablemente para algunos funcionarios que les encanta hablar de números y estadísticas que, dicho sea de paso, en muchos casos ni siquiera comprenden, los 2.500 casos detectados de desnutrición sea un número insignificante, porque representa un ínfimo porcentaje de la población de la provincia, pero para nosotros – los docentes - es una cifra cuyo significado marca una realidad que nos dice que lamentablemente existen “riojanos que ya no tienen futuro”.
Pera ellos, la copa de leche, los comedores infantiles, y el asistencialismo es solo un paliativo que no resuelve para nada su condición. Lo que está en juego en esta triste realidad es la dignidad humana. Un niño con necesidades no es solamente un niño excluido, es un ser humano absolutamente vulnerable a cualquier tipo de vejaciones, llámese drogas, prostitución o alcoholismo. No posee autoestima y las consecuencias de ese flagelo involucra no solo la salud física sino también el desarrollo psíquico y social del mismo.
Hoy, desgraciadamente, estamos frente a frente con lo que algunos sociólogos señalaron como “la generación perdida” de nuestro nuevo siglo. A esta generación no la contendrá el sistema de salud y menos aún, el educativo. Ambos sistemas adolecen de un “plan de desarrollo integral para la provincia” en el que los recursos sean distribuidos equitativamente.
En el caso del Sistema Educativo me pregunto ¿Cómo hará pera resolver los tres problemas simultáneamente?. Compensar, enseñar y lograr insertar a los jóvenes en un mercado laboral ficticio. Es decir, a la escuela se le asignaron nuevas funciones: compensar las desigualdades, nivelar la formación académica para posibilitar la continuidad de los alumnos dentro del sistema ( seguir estudiando) y, finalmente, prepararlo para la inserción laboral que n no es tal debido a que los requerimientos de las empresas no se condicen con la formación que recibieron desde la escuela.
Este es un aspecto que, las diversas gestiones educativas desconocen o no quieren reconocer. Todas las gestiones proceden por efectos del azar u obedeciendo consignas establecidas desde el organismo central. El resultado es precisamente lo que hoy estamos experimentando y que los funcionarios se esfuerzan en desmentir declarando a la prensa que la Provincia de La Rioja no está última en la lista de los Operativos de Evaluación de la Calidad. El problema no es el lugar que ocupa - probablemente este ultimísisma - lo cierto es que al paso que vamos con depresión salarial y desnutrición ni siquiera entraremos en la lista.
Si analizamos que por el área de Educación y Salud de la provincia en ocho años de gestión desfilaron un sinnúmero de funcionarios del más diverso perfil, se arriba a la misma conclusión: no existe un proyecto claro o se desconoce la realidad social de la provincia.
“La Rioja tiene Futuro”, es el título de un texto que hace unos años atrás simbolizaba el camino para el cambio. Hoy parece haberse convertido, además de un adorno de biblioteca, en la obra profética de todo lo contrario. Si ayer La Rioja tenía futuro y ese futuro es lo que hoy vivimos, quiere decir que quién escribió ese “difícil” texto sabía perfectamente que no era cierta su prédica...
Habría que ventilar un poco los despachos y, en lugar de viajar al exterior para solamente enterarse de que París es la capital de Francia, deberían acercarse a los docentes del interior y compartir una jornada de trabajo con ellos y verificarían que el avión rompe tormentas no es una fantasía de los campesinos. En ese gracioso juego entre los intereses de unos pocos potentados y la miseria inducida de los pequeños y medianos productores del sur, se cancela no sólo el futuro económico, sino también la historia de un pueblo señero en la luchas por la emancipación nacional.
Apreciarán, por ejemplo, cómo viaja el docente rural, en qué condiciones los hacen, cómo hace piruetas para llegar a destino, juntando monedas a fin de mes para el combustible. Seguramente detectarían - también - cuan difícil es aplicar el rosario de recomendaciones didácticas provistas por los equipos técnicos, frente a la lacerante realidad de la extreme pobreza en la que viven los alumnos de escuelas rurales de La Rioja.
En una ocasión una docente me comentaba que unos alumnos de su escuela se entristecían por la cercanía de un feriado largo y ella les preguntó porqué. Le contestaron: “Porque van a pasar varios días antes de volvamos a comer la comida que nos dan aquí en la escuela “.
Es preciso, cuanto antes, dejar de lado esa actitud soberbia y autoritaria que sólo estimula resistencia. En algún momento va a estallar. Si no se define una política de inclusión en la que todos nos comprometamos en la búsqueda de un horizonte común, compartido y legitimado, la escuela sólo administrará la pobreza y la reforma será tan sólo un mito.
Artículo publicado en el periódico 'El Independiente', marzo 2004