No tuve la oportunidad - lo que hubiera sido un gran honor y sin duda un privilegio - de conocerlo, solamente a través de sus artículos de opinión que aparecían los domingos.

Enseñar humanidades en las escuelas no es una tarea sencilla y más frente a un mundo donde el factor humano ha quedado relegado a un plano secundario.

Instalar el debate reflexivo en una comunidad postergada donde las necesidades y, las carencias hacen estragos en comunidades enteras, cuyo resultado es precisamente la apatía, el desencanto, la frustración y la evasión de los jóvenes, constituye un desafío pedagógico.

Lo conocí incidental y casualmente hace unos años. Uno tiene ese vicio de leer todo lo que pasa por sus manos y coincidió que, mate en mano y hojeando un diario olvidado de un domingo cualquiera, el suplemento que lo acompañaba se cayó. Allí estaba “Don Jaime” en una foto cuyo gesto despertó mi curiosidad. No recuerdo con precisión qué tema abordó en esa ocasión pero, me impactó de tal modo que, aún actualmente y leyendo nuevamente los mismos artículos, sigue dejando en mí sus nobles enseñanzas. Desde entonces fue la fuente que inspiró mis clases y, de hecho, hice encarpetar con los alumnos un gran número de sus artículos. Hoy están en el anaquel de la Biblioteca escolar a disposición de todo aquel que desee recibir la predica de un verdadero pastor.

Me enteré mucho tiempo después de su deceso y, casualmente, estaba leyendo a Koestler - autor que conocí gracias a él - ; me provocó una profunda desazón. ¿Justo ahora que necesitamos la predica de la verdad que por medio de un lenguaje sencillo, lúcido, genuino y profundo, “Don Jaime” nos enseñó?. Podrán o no coincidir conmigo en este punto, pero lo que nadie puede dudar es que don Jaime haya pasado desapercibido los domingos. Generó debates controversias, adhesiones e inevitablemente nos obligó a pensar y reflexionar.

Emocionalmente experimento la sensación de haber perdido algo importante. Dejó un vacío. Se fue el pensamiento vivo de un argentino brillante. Pero sólo me consuela el hecho de haber coleccionado un gran número de sus producciones - artículos - y que, junto a mis alumnos hayamos ejercitado - libremente - la reflexión a través de ellos.

No me atrevo a decir más, porque sería empañar inútilmente con halagos póstumos su obra. Seguramente don Jaime, allá arriba, en el mundo de las ideas, donde probablemente resida actualmente me juzgará complacido y sonriente. Estas palabras escritas en su honor no pertenecen a ese viejo hábito de nuestra cultura de creer que, las personas, luego de muertas, no poseen defectos. Quizá los haya tenido; no me preocupa conocerlos.

Solamente desearía agregar que me hubiera gustado seguir gozando de sus sencillas y brillantes producciones; pero así es la vida “los hombres pasan, sus ideas quedan y la esperanza de un mundo mejor continúa”.

Gracias “don Jaime” por lo que fue y por lo que será de aquí en más, “El Pastor de la Verdad”.

Publicado en el periódico 'El Independiente' en Marzo de 2003.

por José Pedro Amado