Enorme sorpresa y desazón nos produjo una carta de Gabriel García Márquez recientemente publicada anunciando su retiro de la vida pública porque padece una enfermedad cuyo destino final es la muerte.
Para aquellos que, como nosotros practica el vicio de la lectura, seguramente se habrá impresionado cuando leyó la carta de este ilustre escritor latinoamericano.
A través de esta carta - quizá su último escrito – García Márquez nos deja un nuevo mensaje preñado de significaciones. Creo que el escritor expresa la sensación terrible de enfrentar la muerte y el hecho de tomar conciencia de los tiempos no vividos, los tiempos muertos, aquellos que no registramos y deambulan por el vacío y la nada.
En ese estado creo que Márquez propone una súplica de vida a un Dios que es – si se me permite el término – además de inmutable y eterno, también silencioso. Un silencio tan pertinaz que, a lo largo de la historia la “razón “– racionalismo – creyó prueba suficiente para declarar a viva voz “Dios no existe”. Un santo, - Santo Tomás - y un matemático – Descartes – probaron a través de sus especulaciones que, no era tares sencilla la idea de despojarse de la “Idea de Dios”, Gabriel García Márquez, tampoco.
Dios posiblemente no le haya concedido un minuto del tiempo humano, le concedió los tiempos divinos, reservados solamente para aquellos que, han comulgado junto a los hombres, las ideas que les han servido a éstos vivir con dignidad y plenitud. En otras palabras, para entenderlo es preciso remitirse al texto de la misma carta donde señala: “las cosas no valen por lo que son sino por lo que significan”. En otro párrafo agrega, “daría todo lo que pienso, pero en definitiva pensaría todo lo que digo”. Siempre fue así, al menos en sus escritos este principio está presente y forma parte del fundamento de nuestros actos.
Gabriel García Márquez no morirá – “infelizmente” – como él cree. Vivirá siempre entre nosotros, aunque más no sea grabado en los lugares más insólitos, por ejemplo, en aquellos cuadernos en que los lectores guardan celosamente apuntes, ideas, poemas, etc. Hoy se suma esta profunda y filosófica carta de despedida del mundo de los hombres.
Permítame Sr. Gabriel García Márquez, señalarle bajo sus mismos términos que - al menos en mi caso - , así como “ un recién nacido aprieta con su pequeño puño por vez primera, el dedo de su padre, lo tiene atrapado por siempre”, usted, su obra, su espíritu su talento, su profundidad , ya nos han atrapado por siempre. Su vida y sus obras, no podrán ser nunca lo que – desgraciadamente - sospecho que usted presiente: “la crónica de una increíble muerte aceptada”.
''Artículo publicado en el periódico 'El Inependiente', mayo de 2004 ''