Latinoamérica vivía su historia más sangrienta, todos los países padecían la debilidad de sus democracias y los dictadores proliferaban a granel. “Liberación o Dependencia” era la contradicción que profesaban “las izquierdas”. Las derechas, apostaron a unos cuantos “milicianos” disfrazados de general para neutralizar la creciente demanda de los sectores postergados. Un joven estudiante argentino que, viajaba por Chile en una moto vio como los empresarios del cobre “ametrallaban” a los mineros en una protesta por aumento de salario. En la Argentina, la proscripción y los fusilamientos fue la variante política de la intolerancia.

En Centroamérica, la memoria colectiva se negaba a olvidar el nombre y la trayectoria de Sandino. La CIA, desde Washington, diseñaba estrategias para estimular “golpes de estado”, cuyo resultado fue la muerte de cientos de miles de campesinos, obreros, estudiantes e intelectuales.

En El Salvador, un torturador, se jactaba, ante un periodista argentino, de la efectividad de sus “métodos” de tortura. Señalaba que, cuando capturaban un guerrillero del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional, en las sesiones de tortura, él les extraía los ojos con una cucharita, se los dejaba colgando por un rato y luego se los volvía a poner. La víctima probablemente daba la información que le requerían, o no, pero quedaba “inutilizado para el “combate”. Este torturador fue adiestrado por la CIA, como Astiz.

El Che vio, vivió y padeció ese escenario violento por el que circulaba la historia política y social latinoamericana. Al culminar la carrera de médico trabaja por un corto tiempo en el país y luego viaja a Centroamérica donde se desempeña como médico, también por un corto tiempo.

Viaja a México, allí conoce a un grupo de cubanos que estaba preparando una acción armada para derrocar al dictador Batista; en esa circunstancia deja de lado el ejercicio de la profesión y se convierte en protagonista de una “aventura” que lo llevará por el inmortal sendero de la historia hasta convertirlo en leyenda y mito.

No fue solamente un joven médico argentino que, deslumbrado por la prosapia discursiva de Fidel Castro se sumó a un proyecto que desconocía. Diría en todo caso que, fue la sensibilidad de un joven argentino frente a una repugnante e injusta realidad política y social latinoamericana.

Desde la triunfante revolución cubana, viaja para el Congo Belga, África; allí luchó no sólo con el asma sino, con la ignorancia de los dirigentes “revolucionarios” comunistas africanos. Fracasó rápidamente. Bolivia fue su última aventura donde la torpeza y la traición de los comunistas bolivianos le dieron el marco al trágico final. Fue víctima de una emboscada, lo capturan y, es “ejecutado” y fotografiado junto a sus captores. Esa fotografía viajó por el mundo entero.

Dos o tres generaciones todavía lamentan su muerte.

Hoy se ha convertido en un símbolo mundial de la lucha Juvenil contra la última expresión del capitalismo salvaje: La Globalización. Desde las movilizaciones antiglobalización, hasta las tribunas futboleras de Rosario y en Italia con el Nápoli, las banderas ostentan su retrato.

Las juventudes del mundo reconocen el mensaje de su obra “luchar por un mundo mejor y más justo”.

Para eso no es preciso adherir a una determinada “ideología”, sino tomar conciencia del factor humano implícito en cada persona y que, debemos ser sensibles defensores de todo lo que atente contra su dignidad.

Artículo publicado en 'El Independiente' en febrero de 2003

por José Pedro Amado